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Carmelo Blázquez Jiménez

25/08/2011



Como editor de un blog de fotografía, a menudo me encuentro en mi correo electrónico con fotografías de desnudos en las que el único mérito del fotógrafo ha sido convencer a un amiguete para que pose como su madre lo trajo al mundo. Hablando mal y pronto, unos buenos pectorales o un culete bien puesto, por sí solos, no hacen una gran foto.


Sin embargo, de vez en cuando, me encuentro con alguna agradable sorpresa: en este caso de trata del trabajo de un estudiante de la Escuela de Imagen y Diseño de Barcelona (IDEP) llamado Carmelo Blázquez Jiménez.



En anteriores ocasiones ya he comentado mi especial predilección por aquellos fotógrafos que reflejan en sus instantáneas los cuadros de los artistas del Renacimiento y el Barroco como Miguel Ángel o Caravaggio, pues bien, nuestro amigo Blázquez también parece sentirse atraído, ya no solo por la misma forma de interpretar la luz que aquellos autores, sino también por la iconografía representada: griega, romana y cristiana, con apolos, cupidos, minotauros, Caín, Abel, san Sebastián



Carmelo nace en Fuente Carreteros (Córdoba) en 1976 y con 24 años se traslada a vivir a Barcelona. Aunque trabaja como educador social, fruto de su pasión por la pintura y la escultura clásicas, ha coqueteado con estudios de Historia e Historia del Arte, desgraciadamente con poco éxito académico, al menos, hasta que cogió una cámara de fotos. Con ella entre las manos, ha encontrado «una forma de expresión en la que puedo dibujar con la luz» (sic.) ya que como él mismo reconoce, ni la pintura ni la escultura que tanto le gustan se le dan bien.



Sin embargo, gracias a los fuertes contrastes de luz, puede trabajar a los modelos como en una escultura real, dejando en la penumbra aquellas partes del bloque de mármol que se encuentran sin esculpir.



Destaca en su trabajo la persistencia del fondo negro, oscuro, para conceder todo el protagonismo a la forma humana, a los miembros en tensión, al suave matiz de la piel; a destacar en este sentido la colección de fotografías «Fidias’ Dreams I» y «The Apollo Belvedere». En ellas, el hombre aparece en su plenitud, nadie está por encima de él, ningún Dios puede arrebatarle su fuerza ni su grandeza.



Según afirma Carmelo, su admiración en el mundo de la fotografía va dirigida a grandes figuras como Wilhelm Von Gloeden, Robert MapplethorpeRichard Avedon o David Vance. Como ellos, que lo hicieron «a la fuerza», trabaja de forma analógica, prescindiendo del retoque digital y planifica sus sesiones de trabajo de forma artesanal, sin maquillaje, sin ayudantes de iluminación, sin agentes externos que puedan interferir en la gran complicidad que debe existir entre el fotógrafo y el modelo.



Aunque donde realmente se encuentra cómodo es en el blanco y negro, también ha hecho incursiones en el color, donde deberá pulirse un poco más (cosa que a buen seguro hará porque apunta muy buenas maneras); he de reconocer la fuerza de la colección «Peterhof or The dream of Nijinsky» en la que sorprende la intensidad de los colores empleados.


Y por si alguien pudiera acusar a Blázquez de excesivo clasicismo en la temática de su fotografía, allí está él con «Diavollo Querelle», una colección que me ha dejado muy buen sabor de boca: el juego de luces sobre la seda, en contraste con el fondo de las figuras y esa luz intensa que perfila y confiere contundencia a las formas. Sin duda, un gran impacto visual.



Solo me queda agradecerle a Carmelo su correo, por mostrarme su gran trabajo y desearle mucho éxito en su carrera.